Una de las tareas más comunes, y compleja a la vez, para un mediador(a) de la lectura es escoger un libro para compartir con nuestros(as) lectores(as) y que este a su vez, se considere “apropiado” para explorar ciertos temas. Es que pareciera que la manera en que se les quiere mostrar a las niñas y niños el mundo, —en algunos espacios de mediación y en ciertos espacios escolares—, no es la misma que a muchos mediadores nos gustaría permitirles. Y no lo declaro desde un espacio impositivo, existimos muchas mediadoras y mediadores que a diario nos cuestionamos y reflexionamos al respecto. Pero a pesar de esto, sigue habiendo censura a la hora de escoger ciertos libros, sobre todo los clasificados como “inapropiados”, a pesar de que estos exploran temáticas cotidianas y que, querámoslo o no, forman parte de la vida, aquella que se compone de matices y múltiples posibilidades.
Seleccionar un libro, complejo o no, implica tener claro para qué quiero compartirlo, entender si describe experiencias familiares o distantes, descubrir cómo puedo abordarlo y si su lectura permitirá dialogar, explorar nuevas miradas, y en algún grado, resonará en las y los lectores.
Durante muchos años, los libros infantiles fueron usados como material para adoctrinar a niñas y niños, mostrarles cómo funcionaba la sociedad, cuál era el rol que la mujer y el hombre debía cumplir, y por supuesto, cómo debían crecer y comportarse para ser adultos útiles, que alcancen el éxito, que por cierto se predestinaba, cual horóscopo, por cuestiones de género.
Por suerte sobre este terreno de la instrucción, nació Max, un niño que tras ser castigado decide desafiar el mundo de los adultos, viajar largas distancias hasta llegar a la tierra de los monstruos, volverse monstruo, e incluso, convertirse en el rey de los monstruos. Sin duda que nos regaló una gran lección de rebeldía. Este precedente literario, escrito e ilustrado por Maurice Sendak (Donde Viven los Monstruos), es entonces uno de los símbolos más emblemáticos de la nueva literatura infantil, de este gran giro del aprendizaje al placer. Una nueva literatura que respeta la infancia, que no la subestima y la personifica en protagonistas curiosos, decididos, rebeldes y aventureros. Sendak les permitió la posibilidad de escapar, de ser libres, de cuestionar y reflexionar lejos de cualquier autoridad.
Hoy muchos libros, lejos de adoctrinar, buscan ofrecer una experiencia placentera en términos estéticos y literarios, y por si esto fuera poco, existen maravillosas ediciones sobre temas antes intocables: sexo, divorcio, nuevas familias, violencia de género y memoria histórica, son solo algunos de los tópicos que podemos encontrar en la nueva literatura infantil, así como también la muerte, cuestión que abordaremos en este escrito.
Todo partió con esta pregunta. La profesional a cargo de la biblioteca en un colegio en el que llevaba un tiempo realizando actividades de mediación lectora, me interpela al encontrarme hablando maravillada con niñas y niños de primero básico (igual de maravillados) sobre pesadillas, monstruos imaginarios y muerte.
La conversación surgió luego de leer el libro “Tot” de Dominique Schwarzhaupt. Como es habitual, al término de una lectura iniciamos una conversación, les pregunto por sus impresiones acerca del texto, lo que más llamó su atención, lo que les perturbó y los incitó a compartir las experiencias de vida que lograron relacionar con la lectura. Fue durante esta invitación que niñas y niños repararon en sus pesadillas, algunos profundizaron en sus miedos recurrentes, en sus pérdidas y duelos, en sus técnicas para lograr la calma al despertar horrorizados, otros simplemente rieron. Al terminar esta sesión de lectura y conversación, y luego de que no quedara ningún estudiante cerca, la profesional con mucha seriedad se acerca y me pregunta ¿Cómo se te ocurre hablarles de pesadillas y muerte a los niños?
Una experiencia similar me pasó con el libro El pato y la muerte. Un hermoso álbum que aborda la muerte de una manera tan natural y poética, que estéticamente filtra toda brusquedad. En este caso, la docente de lenguaje, me pregunta ¿No crees que este libro es para adultos? Le comento que los libros en general, son tanto para niños como para adultos, que nosotras tendemos a clasificar la literatura, a darle apellidos, pero que obviamente hay libros más extensos con un lenguaje más complejo, que es improbable que niños y niñas puedan descifrarlo por su limitado bagaje. Pero específicamente, en este caso, no lo creía.
Para ambas profesionales, actúe mal y desperté algo en los niños y niñas, inexistente y perturbador. Por mi parte, se me ocurre hablarles de pesadillas y muerte porque todos tenemos pesadillas y nadie es inmortal, y porque además, por más triste, terrible y desolador que sea, es algo natural ¿Será que nosotros los adultos somos quienes nos encargamos de generarles inseguridades a los(as) más pequeños?
A propósito de la pandemia que afectó -y aún afecta- al mundo, muchas personas, entre ellas niñas y niños, sufrieron la pérdida de un ser querido. A partir del COVID-19 la muerte ha estado cada vez más presente. Fueron cifras enormes las que a diario ocupaban los titulares de la prensa y por supuesto el miedo rondó, y sigue rondando, nuestro círculo.
En algunas culturas la muerte ha sido tabú y poco se habla de ella, mientras que, en otras, es algo muy natural, aceptable y hasta honorable. En la infancia es un tema recurrente, algunas veces fascina, otras entristece, pero como dice Fanuel Hanán Díaz en Sombras, censuras y tabús en los libros infantiles, la muerte en la infancia nunca es tabú. Es más, múltiples han sido las historias que se han tejido en relación a ella, mitos, leyendas, cuentos, fantasía, algunas veces dramáticas, otras superando los límites de la realidad, pero todas han sido muy recurridas por el público infantil.
Fanuel Hanán Díaz, en el texto anteriormente citado, menciona que “los libros considerados difíciles o perturbadores se sumergen en zonas oscuras de la realidad, describen experiencias límite, pero no se regodean en la anécdota desesperanzadora. Ofrecen matices en relación a las zonas grises y sombrías, permiten encontrar respuestas a situaciones poco conversadas, exponen formas de sentir que no se expresan, situaciones innombradas, sentimientos negados”.
A continuación, comparto seis libros que abordan la muerte con los cuales se puede invitar a dialogar y abrir nuevos caminos de conversación desde diferentes perspectivas, todos escogidos con aquellos filtros estéticos que podrían digerir nuestra propia sombra:
Una mujer mayor, con particular estilo y anteojos de estrella de cine, comparte su vida con Alfonso, su perro bulldog francés. Ambos viven en el piso 156 de un gran edificio. Bigudí y Alfonso comienzan su rutina temprano por la mañana, desayunan juntos en el bar de Luigi, visitan al peluquero, van al mercado, incluso asisten al gimnasio de perros.
Un día Alfonso da su último suspiro y Bigudí se sumerge en una profunda pena. Para ella nada resulta atractivo, y lo llora en cada rincón que juntos acostumbraban visitar, las calles, el cine, la parada del bus y por supuesto, el rincón más preciado, su cama.
Bigudí es un álbum muy profundo que surge de la experiencia de perder a un ser querido, sea un familiar, amigo, o una mascota igualmente familiar y amiga. Un libro que no desea ser pretencioso, ya que destaca por su sencillez en cuanto a personajes y recursos visuales, pero que logra entregar una hermosa reflexión, a partir de la estética textual y visual muy bien cuidada y conmovedora, —incluso con algunos tonos de humor— sobre el duelo, la pérdida y la esperanza de volver a comenzar.
Escrito por Sébastien Mourrain y magistralmente ilustrador por Delphine Perret.
Uno de los autores infaltables en la cultura estadounidense es Edward Gorey, escritor e ilustrador con un singular gusto por lo macabro, que desde niño y gracias a la influencia de sus padres, demostró interés por las novelas de misterio y terror.
Gorey fue amante del teatro y el ballet, y esta afición se puede ver reflejada en gran parte de su obra, nos referimos a los estilizados personajes, con gestos potentes y movimientos que perfectamente podrían componer una coreografía. Pero no solo esto nos gusta de Edward, sino también el humor que refleja en sus libros, donde prima la ironía, el sinsentido y el ingenioso juego de palabras.
Los pequeños macabros es un alfabeto, que cuenta la forma en que 26 niñas o niños, uno por cada letra, desaparece o muere. Con un gran sentido de la ironía, la historia se puede interpretar como los temores que muchas madres y padres tienen al momento de criar a sus hijos. Este libro no desea las muertes infantiles, simplemente las expone, y hasta el lector más sensible puede terminar encantado con el trabajo editorial, ya sea por el ingenio de este autor o por su hermosa y cuidada forma de ilustrar.
Este maravilloso libro escrito por Toño Malpica e ilustrado por Valeria Gallo, narra la historia de una hermosa amistad y lo hace desde dos perspectivas diferentes, la de León nieto y la de León abuelo. Ambos comparten maravillosos momentos juntos: observar las estrellas, jugar en la plaza, la pasión por el béisbol, incluso la habitación en la que duermen, pero también ocultan algunas cosas para no dañar al otro.
Una historia profunda y conmovedora, sobre la pérdida de un abuelo, quien, para aminorar el golpe de su partida, inventa historias fantásticas, ilusiona a su nieto y lo prepara para su total ausencia. León nieto por su parte, no cree del todo las historias que le cuenta su abuelo, pero mantiene la ilusión por el gran cariño que le tiene y porque le encanta pasar tiempo con él, aún sabiendo que llegará aquel día en que el tiempo no existe.
Una de las cosas que más llama la atención y conmueve al lector, además de las detalladas ilustraciones, es el juego de las perspectivas y de cómo vivimos y enfrentamos las mismas situaciones, dependiendo del lugar en el que nos encontremos, todo un ejercicio de empatía.
Escrito por Philip C. Stead y magistralmente ilustrado por Erin E.Stead, esta obra obtuvo la Medalla Caldecott en el año 2011.
Amos es un hombre con costumbres muy sencillas y una rutina muy planificada, que por más trabajo que tenga en el zoológico siempre guarda un espacio para acompañar y hacer felices a sus amigos animales sin descuidar ningún detalle. Un día Amos enferma y sus amigos lo van a visitar a su hogar, lo cuidan y le devuelven todo el cariño y la atención, tal como él mismo les enseñó.
En este libro, la muerte se presenta de una manera delicada y con indicios muy sutiles, es más, esta decisión podría quedar a libre interpretación del lector(a).
Una obra sobre el amor y la amistad que nos fascina, con ilustraciones bellas y expresivas, un texto que cede al lector autonomía para ir descubriendo cada detalle de este singular y querido personaje.
“Andrés tenía nueve años cuando comenzó a preocuparse por la muerte. Antes la imaginaba como una sombra oculta bajo la cama, como un bicho raro creciendo en su almohada o como una figura oscura sosteniendo una enorme hoz. Antes la creía lejana, como un simple personaje de un cuento de terror”
Así es como comienza el libro “Todavía” de Claudia Andrade Ecchio, marcando un antes y un después en la percepción que el protagonista tiene sobre la muerte. Andrés comparte la vida con su mamá, su hermana Caro y su hermano Manuel, luego de que su padre, adicto a las apuestas, los abandonara. Ambos hermanos padecen una enfermedad sin nombre, que los limita a hacer actividades dentro de la casa y bajo la custodia de una auxiliar. No conocen las causas, ni las complicaciones, solo las consecuencias.
Andrés, quien no debía salir a la calle porque se podía fracturar, no podía comer por sí solo porque se podía ahogar, ni tampoco ir al colegio porque terminaría “enfermándose”, intenta lidiar con el cansancio de su hermano, producto de lo avanzada que está en él la enfermedad. A pesar de esta desesperanza que los acompaña, ambos comparten los últimos buenos momentos, confesiones, promesas y misterios del universo que juntos descubrieron y que juntos disfrutaron.
Este nostálgico libro está pensado para lectores juveniles, pero remece a lectores de cualquier edad por el hermoso e íntimo recorrido que no es ajeno a la angustia y el amor de ambos hermanos y de toda una familia. La cronología de una muerte que está anunciada y que es imposible zafar, pero que se prepara y se bosqueja con delicadeza hasta en el más mínimo detalle para que nadie la pueda olvidar.
Un emotivo y poderoso ensayo, —como ya acostumbra Chimamanda Ngozi Adichie—, que repara en las primeras etapas de la pérdida de un ser querido. En este caso su padre, quien muere repentinamente durante la crisis sanitaria causada por el COVID- 19, motivo que le imposibilita salir de Estados Unidos para reunirse con su familia.
La última conversación que sostuvo Chimamanda con su padre fue a través de una videollamada, mismo medio por el que lo vio una última vez, una llamada que sobrepasa el surrealismo: al otro lado de la cámara su padre yace inmóvil en la cama de un hospital, con su rostro en calma, se ha ido. Desde este momento la escritora comienza un proceso de duelo marcado por la negación, la rabia y el pánico que significa tener que enfrentar el dolor, ese dolor para el que nadie está preparado, para el que muchas veces somos inexpertos e inmaduros.
¿Cómo sigue funcionando la gente en el mundo tras la muerte de un padre querido? Son algunos de los cuestionamientos que este emotivo escrito nos invita a explorar, una oleada de emociones, de controversias, de arrepentimientos, pero sobre todo una cuota de realidad y de empatía.
Referencias utilizadas por orden en este texto:
Hanán Díaz, Fanuel «Sombras, censuras y tabús en los libros infantile» 2020. Ediciones de la Universidad de Castilla.
Escrito por: Melissa Cárdenas