Al leer Piñen ningún lector queda indiferente, es un texto que interpela y remueve, a ratos incluso golpea por la violencia física y simbólica que evoca cada capítulo del libro. La realidad que se recoge en Piñen, —término que proviene del mapudungun y refiere al polvo o la mugre aferrada al cuerpo —, y que está dedicado a la Mapuchada, es la historia de Carolina, y de muchas otras, que crece en la “periferia de la periferia”, en un contexto urbano, donde lo Mapuche es invisible y donde la precariedad y la escasez de oportunidades, está muy latente.
La historia con abundante nostalgia, crítica e ironía, permite que el lector o lectora, vaya construyendo imágenes potentes gracias a su arquitectura un tanto cinematográfica y se compone de tres relatos centrados en cuerpos femeninos: la niñez, la adolescencia y la adultez. Carolina, quien protagoniza el relato, comienza su viaje de iniciación y descubrimiento del propio ser, del injusto funcionamiento del mundo, de su entorno precario, de su origen Mapuche, su cosmovisión y su lengua, pero también de la discriminación.
Este tránsito que Carolina vive junto a su mejor amiga, Yajaira, intenta evidenciar cómo fue sucediendo y naturalizándose la categorización de “diferentes”, así como también, cómo fue aprender a ser Mapuche en los ojos ajenos, sentirse fragmentadas y de esta forma, tener que dejar de lado el hecho de ser simplemente niñas, porque al parecer como sociedad solemos incomodarnos cuando no logramos clasificar a las personas.
Para una mujer que descubre Piñen, resulta muy difícil no sentirse identificada, en algún grado, con la idea de feminidad expuesta como estigma, y al descubrimiento de ella, como una entrada violenta a la adultez. Personajes como Carolina, que siente el agobio de su madre producto de su existencia, la vecina Valeska abusada sexualmente por su padre, Cristina, mamá de Valeska, sumisa, maltratada y con miedo de enfrentar a su esposo, una abuela abusada por su padre, una madre abusada por su tío, todas asumidas, pero sobre todo silenciadas.
Pero en este relato no solo las mujeres violentadas, en cualquier grado, encuentran una voz, sino también las disidencias, los migrantes, la clase media obrera y el Warriache. A pesar de que la diáspora Mapuche en Santiago, y en otras ciudades, convive hace varias décadas, su existencia es desconocida en la propia ciudad, sin embargo, muchas generaciones han crecido en el contexto descrito en Piñen y han construido su identidad a partir de esta mixtura.
En un conversatorio que sostuve con Daniela, enfatizó en la importancia de relevar las nuevas voces Mapuche, los nuevos textos literarios que se están creando, — a pesar de que la oralidad y la escritura con sus características estéticas muy propias de la cultura, existen y se combinan desde hace muchísimos años —, y la importancia de construir personajes como sujetos de acción y no como sujetos de estudio etnográfico solamente. Entonces con esta obra la autora deja en evidencia que la literatura Mapuche no se escribe solo desde el Wallmapu, sino también desde las grandes ciudades, con contextos más urbanizados y en este caso particular, los personajes son descritos, lejos del romanticismo de la cosmovisión que muchas veces nos inventamos, con voces que invitan a identificarse, a dignificar y donde es posible que las nuevas generaciones encuentren un discurso diverso.
Piñen te aleja de lugares cómodos, porque hace evidente los golpes, la violencia, el suicidio, las violaciones, la periferia, pero sobre todo la rabia, esa que se nota más que el miedo. Pero también enorgullece y embellece las infancias amistosas e ingenuas, la vida de barrio en monoblocks que intenta sobrevivir, como solo quienes lo habitan, saben hacerlo. Esta nostalgia periférica se combina con la belleza y el cuidado uso del Mapudungun: Warria, Chena, Lof, Ñi chaw Ñi laku, Huaca, son algunas de las palabras que se dejaron sin traducir, para invitar al lector a realizar el simple ejercicio de combinar ambas lenguas.
Daniela, es escritora mapuche y profesora de filosofía. Integra el Colectivo Mapuche Rangiñtulewfü y forma parte del equipo editorial de Yene Revista. Ha publicado los libros de poesía: Río herido (2016), Guerra florida (2018/2019), el libro colectivo Niñas con palillos (Balmaceda Arte Joven Ediciones, 2014), las plaquettes: El territorio del viaje (2017), Las aguas dejaron de unirse a otras aguas (2020) y el libro de cuentos: Piñen (2019) que obtuvo el premio a mejor obra literaria en categoría cuento de los Premios Literarios 2020.
Escrito por: Melissa Cárdenas