En Cuatrojos nos hacía mucha ilusión conversar sobre poesía, un género que en nuestra opinión, sufre de prejuicios y se olvida junto con la infancia. Creemos que la poesía mantiene un diálogo constante con el mundo infantil, incluso más que la narrativa, que todo exceso de infancia es un germen de poema, como dijo Gastón Bachelard. Entonces ¿por qué observamos tanta distancia de lo poético dentro del sistema literario infantil?
Al buscar una respuesta para esta interrogante, inmediatamente pensamos en Mar Benegas, amante y defensora de las palabras y los versos, protectora de las rimas afectuosas, acogedora con la infancia y apasionada por los gatos. Hace un tiempo cursamos dos talleres de mediación poética dirigidos por Mar, y fue ella quien nos recordó que somos seres literarios hechos de juego y emoción, y que la mejor manera de acercarnos a la poesía, para acortar esta distancia, es regresar a ella, a esos versos que, en sus palabras, “son los cimientos, la estructura, que dotaron de recursos a la mente creativa”.
Fue entonces cuando decidimos contactarla para compartir nuestras inquietudes, y ella amablemente aceptó. Mar es escritora, poeta, especialista en Literatura infantil y juvenil y en animación lectora. Cuenta con un maravilloso catálogo de obras infantiles publicadas, entre ellas Caricias; Nicolasa, y tu casa; ¿quién hay dentro?; La caja de las palabras; El abecedario del cuerpo imaginado; A juego lento y 44 poemas para leer con niños; por nombrar nuestras favoritas.
Ha desarrollado proyectos de fomento lector en escuelas y centros de innovación pedagógica, es directora de las Jornadas de Animación a la Lectura, Escritura y Observación (JALEO), y junto con esto, ofrece asesorías a bibliotecarios, docentes y mediadores de lectura, entre los que figura “De la nana al cuento” y “Como si fuera una cereza, cursos que entre los mediadores, se han transformado en espacios consagrados para discutir sobre infancia y poesía, y que están disponibles en el portal elsitiodelaspalabras.es
Mar, nos puedes contar un poco ¿cómo fue tu infancia con los libros y qué autoras/es leías?
No había muchos libros en casa, leía lo que estaba de moda (Los Cinco, de Enid Blyton y poco más), después, a los 8 años, me regalaron algunos libros especiales, que todavía guardo con cariño, un ilustrado de mitos y leyendas de América o mis primeros álbumes ilustrados, y al poco, a los 12, Las Minas del Rey Salomón, que fue mi primer libro “de mayores” y donde entendí que la lectura (de muchas páginas y muchas letras, sin dibujos, solamente con mi imaginación) podía llevarme a otros lugares, vivir experiencias, visitar otros paisajes: fue un hallazgo para mí.
Igual que lo fue descubrir las bibliotecas públicas, ese espacio que suplía la carencia de libros en casa, otro gran hallazgo, de los importantes y vitales.
Pero, la verdad, a la lectura real y consciente, más por necesidad, llegué en la adolescencia, ahí fue cuando descubrí a grandes autores que me ayudaron a re-conocerme en ellos, me fascinaron y fueron una herramienta fundamental a la hora de comprenderme a mí y al mundo que me rodeaba.
¿Qué es para ti la poesía y cuándo crees que ocurre nuestro primer encuentro con ella?
La poesía, para mí, es una parte fundamental de mi vida, de mi día a día, es mi manera de estar en el mundo y de relacionarme con él.
Me encontré con la poesía antes de saber nombrarla, a los 11 años escribí mi primer poema. Por tanto, la poesía y yo formamos una simbiosis inseparable, la escritura me ayuda, desde entonces, a evadirme, a ordenarme, a sobreponerme… ya escribía poesía sin saber qué era la poesía.
Luego llegó el pensar qué era la poesía para los demás, qué formulación contiene que la hace tan cercana a la infancia, qué tiene de especial y qué la diferencia de otros lenguajes (narrativo, coloquial, etc.). Y ahí; cuando ya investigué, leí y formulé, a partir, sobre todo, de un amplío trabajo de campo, del contacto directo con los niños y niñas de todas las edades, cuando comencé a impartir formación a mediadores; fue cuando pude ver, y saber, que la poesía no es un accesorio. La poesía no es una herramienta complementaria: la poesía forma parte de la construcción del lenguaje y el pensamiento, de la toma de identidad, de lo afectivo, lo lúdico, lo emocional y también de lo fabuloso.
La poesía es un acontecimiento fundamental en la vida, los pilares que fundamentan la psique, el equilibrio afectivo, lo simbólico… todo eso está mecido, amamantado, acunadol, protegido y animado por la poesía en las primeras edades.
Desde ahí nunca deberíamos privar a la infancia de ella, sin embargo, eso, desgraciadamente, no sucede.
Respecto a tu obra, creemos que tienes un vínculo muy especial con las niñas y niños y que exploras muchas posibilidades desde lo poético ¿En qué te inspiras cuando escribes?
Me inspiro en la vida, en las cosas que quiero decirles, en los encuentros con ellos, en lo que tengo necesidad de contarles, en lo que me gusta generar en estos encuentros: el hallazgo de lo poético, la mirada, la reflexión, el juego, la risa. Buscar el momento especial en que la infancia y lo poético prende, como una hoguera.
Una de las tareas de la educación literaria es la transmisión patrimonial, investigadoras como Teresa Colomer han escrito sobre esto y sobre la responsabilidad de la escuela con el uso social de la literatura ¿Qué opinas acerca del rol que la poesía ha asumido en esta tarea de transmisión patrimonial? Y ¿Cómo crees que se manifiesta el uso social de la literatura hoy en día?
Creo que la carencia está ahí, en mayor o menor grado y con excepciones, pero, en general, es una carencia evidente. En ese triángulo necesario que debería estar alimentado por sus tres ejes: bibliotecas, escuelas y familias, muchas veces falla alguno de sus ángulos. A veces alguno, a veces dos, incluso los tres ángulos que han de sostenerlo.
Dentro de la educación literaria y estética, de manera también evidente, falla la poesía, sí. En mi experiencia de los últimos años acercando lo poético a personas de distintas edades, formando a mediadoras y docentes, a bibliotecarias y ofreciendo encuentros y talleres poéticos a niños y niñas, siempre se evidencia el hambre y la sed de esa visión asombrosa y lúdica de lo poético, esa falta de oído y de recursos, de herramientas para mediar y que la poesía esté presente.
No en todas las escuelas, no en todas las edades (en las primeras edades, 0-6, lo poético está presente, lo musical, lo rimado), pero, en general si hay una carencia.
Por tanto, la responsabilidad de las personas adultas de salvaguardar esa la parte socializadora, de la mediación real y activa, de dejar al alcance y de cuidar esa transmisión, cuando hablamos de poesía, vemos el tramo de camino que todavía queda por caminar.
Todo esto lo digo sin perder la esperanza, ni un poquito. Porque, también en mi experiencia, cuando se facilita el contacto entre los mediadores y la poesía este camino es restaurado. He visto que, realmente, las formaciones teórico-prácticas tienen un efecto real en el cuidado de lo poético, en cambiar el punto de vista y posibilitar ese encuentro tan necesario entre la infancia y la poesía.
Sobre el rol de la poesía en la escuela. Muchas veces se dice que la poesía es el género más olvidado, menos premiado y publicado, que es difícil de mediar ¿por qué crees que esto sucede? ¿Crees que existen prejuicios en torno a la poesía en el contexto escolar?
Existen prejuicios con la poesía en todos los contextos. Hace cientos de años que la poesía perdió una gran parte de su valor. La devaluación de la palabra, en general, y del pensamiento, tiene una consecuencia directa con la poesía. La poesía inútil, la poesía que no se rinde a ningua servidumbre, la poesía como metáfora de la libertad y la subversión, la poesía que no tiene precio, solamente valor, la poesía que representa lo simbólico, la prememoria, lo irracional… en esta era de lo visual, de la cultura líquida, de nadar la superficie. En esta época de los libros recetas y de la literalidad. En estos tiempos en que la poesía se relega, casi en exclusiva, al estudio adolescente preparatorio para la universidad, donde se ofrece desconectada de la vida y de lo vivo, anestesiada, desangrada, sin aliento siquiera… ¿cómo va a estar la pobre poesía?
Es común que en la escuela la poesía se muestre de forma utilitaria, poemas para aprender a contar, poesía para diversas celebraciones. En tus cursos, incluso haz mencionado ideas sobre no caer en el didactismo, en la rima fácil y apelaste al concepto de “desplastificar” la escuela. ¿Qué nos puedes decir al respecto?
La poesía late, tiene ritmo y está viva. Atiende lo vivo y con lo vivo canta y se moviliza. Todo lo demás es “pájaro de barro o lagartija muerta”, en palabra de la gran Gabriela Mistral.
Llamemos a esos textos de otro modo. Busquemos una escuela que ofrezca la posibilidad a la infancia de mancharse las manos con el barro del lenguaje (el metafórico, pero también el real), huyamos del plástico, de lo artificial, busquemos la vida en lo vivo. Permitamos a los niños que exploren y se vivifiquen con la poesía, que la jueguen, la bailen, la griten.
Dejemos de buscar en internet y leamos en voz alta, cantemos y hablemos del dolor y de la risa, del color y el tacto de algunas palabras, del amor, de lo flexible que es la palabra “pertiga” y lo hermosa que es la palabra “metáfora”.
Desplastifiquemos la escuela, que el libro no sea un ataúd para el poema ni la escuela una cárcel de plástico para la infancia. Devolvamos la palabra a la infancia, escuchemos lo que tienen que decir, lo que piensan, lo que sienten, permitamos que el encuentro con el poema les permita reconocerse y reír y llorar.
Y por último, desde tu experiencia hacia los mediadores, ¿podrías brindarnos algunos consejos para mediar la poesía? ¿algunos autores que recomiendes?
Sobre todo: lean poesía con los niños, reflexionen, canten, creen. Seleccionen con criterio y amor por la palabra. Ofrezcan caminos para transitar el lenguaje poético. Lean y vuelvan a leer en voz alta. Permitan que ellos lean y recomienden.
Y, por supuesto abran la puerta y la ventana para que entren los poetas, que llegue Gabriela Mistral (y cuéntenle su vida), y Miguel Hernández (y cuéntenle su dolor), y Zurita para los jóvenes, y María Elena Walsh, y Gloria Fuertes, y dejen entrar a María José Ferrada, a María Baranda, Mª Cristina Ramos. Abran las puertas y las ventanas y dejen entrar a los poetas.
Escrito por Melissa Cárdenas.