Ellen Duthie: “Uno de los roles más importantes que tenemos los adultos es ser modelo de curiosidad”

Ellen Duthie, especialista en Literatura infantil, traductora y autora en Wonder Ponder

Los seres humanos somos inherentemente filosóficos, basta con preguntarnos: ¿Cuándo fue la última vez que filosofamos? Quizá fue hoy mismo mientras lavamos los platos o anoche antes de dormir. Contrario a lo que a veces se cree, la filosofía no está reservada solo a grandes pensadoras o eminentes teóricas, sino que a quienes nos preguntamos constantemente cuestiones fundamentales, profundizando en nuestro razonamiento hasta llegar a una respuesta que, en general, no suele ser definitiva. 

“El asombro es el principal afecto del filósofo, pues el principio de la filosofía no es otro sino este.” Si el maestro Platón está en lo cierto con esta cita, los niños, niñas y adolescentes nos llevan la delantera en ser excelentes filósofos y filósofas, porque la mayor parte del tiempo generan preguntas interesantes, curiosas, incluso desafían las respuestas convencionales.

Para nosotras es muy importante animar esta predisposición natural a la filosofía desde la primera infancia y promover la conversación, desde situaciones chocantes y curiosas, como muchas veces resulta ser la propia vida. Es por esto que quisimos conversar con Ellen Duthie, interesada en la literatura infantil, la práctica filosófica y el cruce entre ambas. Le consultamos acerca de filosofía, su relación con niños, niñas y adultos, la necesidad que nos invade de dar pronta respuesta a una pregunta y la primera infancia como creadores de estímulos. 

Ellen es Licenciada en Filosofía por la Universidad de Edimburgo y cofundadora del sello madrileño Wonder Ponder, junto a Daniela Martagón, ilustradora, y Raquel Martínez, editora. Hace más de diez años que investiga y desarrolla material que invita a despertar el asombro y la curiosidad, tanto en niños como en adultos o personas de todos los tamaños, como ella se refiere.

Uno de los proyectos más destacables de la editorial Wonder Ponder, es Filosofía visual para niños, una serie compuesta por cuatro libros,  editados por Iamiqué  en Argentina, con páginas sueltas y contenidas en una caja, que muestran escenas intrigantes, crueles y curiosas. Estas escenas invitan a disparar preguntas, a abrir espacio a la reflexión y al diálogo, de una manera atractiva y desde el humor. El primer título de la serie fue Mundo cruel, luego se unió, Yo persona, Lo que tú quieras y ¡Pellízcame!

 

Cuatro libros de la serie "Filosofía visual para niños" editados por Iamiqué en Argentina, que es la edición disponible en Chile (formato libro).

Conozcamos a Ellen

"Si nuestra reacción como adultos es siempre correr a responder, resolver y cerrar esa inquietud, en realidad lo que estamos haciendo es cerrar ese espacio que se nos había abierto, y no comprender esa comunicación como una expresión de ganas de compartir"

Ellen, todos quienes trabajamos con niñas y niños notamos que viven con inquietudes, y aunque intentes responderlas, siempre van surgiendo nuevas ideas ¿Cómo ves ese interés que demuestran constantemente por explorar el mundo y por qué es importante abrir espacios para la reflexión a través de lo textual, lo visual u otras estimulaciones artísticas?

Efectivamente los niños y las niñas, como todos los seres humanos, viven con inquietudes y, además, tenemos la suerte de que, si se lo permitimos, suelen expresarlas. Lo hacen de muchas maneras diferentes. Una inquietud se puede expresar con llanto, con risa nerviosa, con una anécdota o comentario y a veces también en forma de pregunta. Lo interesante, me parece, es entender que cuando expresan una inquietud están, precisamente, abriendo un espacio para compartirla. Si nuestra reacción como adultos es siempre correr a responder, resolver y cerrar esa inquietud, en realidad lo que estamos haciendo es cerrar ese espacio que se nos había abierto, y no comprender esa comunicación como una expresión de ganas de compartir. Si entendemos que una inquietud puede dar más gusto explorarla que responderla, entenderemos que precisamente el punto es que surjan nuevas ideas. 

Quizás más que abrir espacios, hablaría de permitir espacios, en el sentido de que a menudo son los niños y las niñas quienes los abren de manera activa y provocadora, sin necesidad de que mediemos los adultos. Pero sí, las personas adultas en sus familias, en sus escuelas, en sus vidas, son fundamentales a la hora de abrir hueco a los espacios que abre la infancia y generar las circunstancias para que se abran nuevos espacios aprovechando todos los tipos de comunicación y expresión a nuestro alcance: el diálogo, los textos -narrativos e informativos-, las imágenes.

Veo ese interés que los niños y las niñas demuestran por explorar el mundo como una de las expresiones básicas de su humanidad; una constatación del interés y la posibilidad que tenemos los seres humanos de mejorar nuestra comprensión del mundo, de nuestro lugar en el mundo, de nuestras relaciones con otros seres humanos, con otros seres vivos, con el propio planeta y con nosotros mismos. Visto así, parece literalmente esencial la importancia de hacer hueco a esos espacios de exploración. 

A veces tendemos a creer que la Filosofía es cosa de adultos ¿Por qué es tan importante la Filosofía en niñas y niños?

Porque ya es parte de su vida: de su manera de estar en el mundo y de relacionarse con el mundo. La curiosidad filosófica asoma pronto en la infancia, ese querer llegar al fondo de los porqués, ese buscarle una nueva pregunta a cada respuesta, ese deseo de comprender mejor qué somos, por qué estamos aquí, por qué morimos, por qué vivimos, qué es razonable permitir que nos hagan los demás y qué no, y qué es razonable que nosotros hagamos a otro, y qué no.  

Es importante la filosofía en niñas y niños porque forma parte de su impulso por aprender y comprender mejor. No es importante llevarles filosofía; es importante reconocer y conectar con la curiosidad filosófica que tienen. 

 

¿Sabes con total certeza que eres una persona?

 

¿Qué es exactamente una persona?

Ser modelo de curiosidad

"Uno de los roles más importantes que tenemos las personas adultas en la vida de los niños y niñas es el rol de modelo de curiosidad. La mejor manera de contagiar curiosidad por el mundo y maneras de interesarse en el mundo es mostrarse en estado de curiosidad alerta, de implicación comprometida"

Has mencionado la idea de que todo lo que editan en Wonder Ponder debe interpelar y remover no solo a niños y niñas, sino también a los adultos para que ellos también se impliquen en la reflexión,  ¿por qué es tan necesaria esta exploración conjunta entre niños y adultos?

No sé si la palabra es necesaria; ¡lo que debería ser es natural e irresistible! Hablo desde el supuesto de que si ofrecemos algo a los niños y a las niñas asegurándoles que es bueno/interesante/divertido, será porque a nosotras también nos lo parece. ¿O no? La idea de que pueda haber libros que vengan bien a los niños pero que los adultos habríamos superado ya, no me atrae demasiado. Tiene que ver con aceptar a los niños y a las niñas como interlocutores válidos en nuestros diálogos y con aceptarnos a nosotras mismas como interlocutoras posibles en sus diálogos. Implicarse en la reflexión es, entre otras cosas, una muestra de respeto y de interés. 

Por otro lado, la fascinación no tiene edad. Hay temas, preguntas, asuntos fascinantes para cualquier ser humano. Entonces, ¿por qué desaprovecharíamos una oportunidad de exploración conjunta

Y, por último, creo que uno de los roles más importantes que tenemos las personas adultas en la vida de los niños y niñas es el rol de modelo de curiosidad. La mejor manera de contagiar curiosidad por el mundo y maneras de interesarse en el mundo es mostrarse en estado de curiosidad alerta, de implicación comprometida.

La conversación forma parte esencial en nuestras vidas, somos seres sociales que compartimos lo que nos sucede a diario. Sin embargo, los adultos solemos tener  aprensiones para conversar sobre algunos temas difíciles con los niños: la muerte, la libertad o la crueldad, así como también sentimos la necesidad de resolver pronto las preguntas que nos formulan ¿A qué crees que se deben estos miedos? ¿por qué resulta tan incómodo quedarse mucho tiempo en una pregunta?

Los miedos, desde luego, tienen mucho más que ver con prejuicios de los adultos acerca de cómo van a reaccionar los niños que con cualquier cosa que tenga que ver con los niños. Los niños precisamente suelen agradecer la posibilidad de hablar abiertamente de temas que se suelen evitar. 

Pero aparte de esto, creo que los miedos se deben a una idea que nos resulta difícil de desechar: la idea de que, ante los niños y las niñas, debemos mostrarnos en control, tener las respuestas y expresarlas en forma de certezas y, a ser posible, controlar las ideas que entran en sus cabezas para poder seguir mostrándonos en control, dando las respuestas en forma de certezas y… así sucesivamente. 

Resulta incómodo quedarse en la pregunta porque no le damos ningún valor. La pregunta se suele interpretar como algo que abatir o cerrar con una respuesta contundente para poder seguir adelante con nuestras vidas. 

Pero basta con darle valor a las preguntas en sí mismas para empezar a cambiar el chip y a sentirnos menos incómodos con ellas. Como decía al inicio, muchas preguntas de los niños nacen de las ganas de compartirlas; no necesariamente de la necesidad de que se cierren. ¿Y si en lugar de sentir la presión de contestar a algunas de esas preguntas “difíciles” expresáramos nuestro interés en la pregunta y nuestras ganas de explorarla a fondo? ¿Y si reconociéramos que hay preguntas que se quedan abiertas siempre, pero en las que pueda dar mucho gusto bucear un rato y explorar posibles respuestas, matices, complejidades? “¡Qué pregunta tan deliciosamente difícil y qué interesante lo que nos ha dado que pensar!” Damos valor a la pregunta y valor a las zonas grises entre el blanco y el negro, que es donde se encuentra siempre el interés genuino de las preguntas. 

Ellen Duthie en Wonder Ponder

"Más allá de la falta de sintonía con el enfoque de la mayoría de estas propuestas, creo que fracasan incluso en lo que se proponen: ayudar a los niños a identificar y expresar mejor sus emociones. Creo que lo hacen de manera más bien superficial y mecánica"

Hoy en día existen muchos “emocionarios”, libros que catalogan y etiquetan las emociones para conocerlas e incluso intentar controlarlas a través de herramientas racionales, les muestran a los lectores cómo experimentarlas, pero también cómo manejarlas. Vuestra propuesta también enfrenta a los lectores a situaciones cotidianas, crueles e insólitas que los llevan a dialogar sobre sus emociones. Primero ¿Qué opinas de estos emocionarios? Y  segundo ¿Cuál es la propuesta, muy diferente a nuestro parecer,  a la que invita Wonder Ponder?

Efectivamente, el mercado y la escuela están inundados de libros que cuentan a los niños qué son las emociones, cómo las pueden separar unas de otras (almacenar convenientemente, incluso), cómo las pueden gestionar y cómo las deben expresar. Y así, al leerlos, o “trabajarlos” (verbo horrendo si los hubo), nos lavamos las manos porque estamos cumpliendo con su educación emocional. Así de fácil. 

El año pasado descubrí en el libro de texto Valores Sociales y Cívicos de 5º de primaria de mi hijo de la editorial Anaya una propuesta que ilustra muy bien la situación. “Ayuda al resto de la clase a saber cómo estás en cada momento.” Y a continuación invitaba a los niños a poner en la esquina de la mesa un emoticono indicando su estado emocional para tenerlo siempre visible. Por ejemplo, “estoy feliz”, sugería. 

Hemos pasado de no preguntar nunca a los niños por sus emociones a preguntarles cada cinco minutos y presionarles para que se pronuncien y en público. Eso sí, como no hay tiempo para entrar en demasiado detalle, la respuesta se reduce a un sencillo emoticono y listo. 

Más allá de la falta de sintonía con el enfoque de la mayoría de estas propuestas, creo que fracasan incluso en lo que se proponen: ayudar a los niños a identificar y expresar mejor sus emociones. Creo que lo hacen de manera más bien superficial y mecánica.

Lo que proponemos desde Wonder Ponder en este sentido, se aleja de este enfoque tanto literaria como pedagógicamente. La mayoría de los libros sobre emociones cuentan a los niños cómo son las cosas y qué deben o pueden hacer. En Wonder Ponder tratamos de presentar escenas en las que los lectores pueden entrar, pasearse, mirar fijamente, reconocer e identificarse a veces en determinados personajes o situaciones, y preguntarse cómo son las cosas y qué harían en esa situación. Es decir, tratamos de insertar al lector en la complejidad de una posible escena (cotidiana o fantasiosa, pero posible como lector) y provocar a partir de ahí reflexiones y preguntas relacionadas con esa escena y con experiencias que conecten o relacionen con la escena.

Lejos de centrarnos en la clasificación limpia en tarros, nos centramos en las zonas de difícil clasificación, donde no sabemos qué hacer, qué decir, cómo reaccionar. En el mundo, el de los adultos pero también en el de los niños, las emociones no se presentan aisladas; se presentan en una maraña de sentimientos, sensaciones, decisiones, reacciones. Y eso es lo que resulta complejo de navegar e interesante de explorar. Y eso es precisamente lo que buscamos permitir.  

Hemos tenido la oportunidad de compartir con niños y niñas las Cajas de Filosofía Visual y creemos que las experiencias resultan todo un éxito porque experimentan la libertad de responder lo que ellos piensan y no lo que los adultos quieren escuchar. Sin embargo, como adultos mediadores solemos guiar y dirigir más que participar y disfrutar la apertura de estos diálogos, así como también tememos no tener la respuesta indicada para una situación compleja ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Cómo recomendarías abordar esta situación?

Precisamente, en el proyecto de Filosofía visual para todas las edades de Wonder Ponder, hacemos un esfuerzo decidido y testarudo en el proceso de creación y en el proceso de edición para asegurarnos de que las cajas nos desestabilicen a los adultos mediadores, de manera que dificulte esa actitud de querer guiar y dirigir en la que es tan fácil caer. 

¿Nuestra recomendación? En inglés diría: LET GO! Suelta las riendas, relájate, disfruta, escucha. No pretendamos incentivar el diálogo sin escuchar. Volvemos a la idea básica de respetar a los niños como interlocutores con algo que aportar. Los niños juegan mucho, sí, pero no “juegan” a ser interlocutores: lo son.  

 

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